lunes, 26 de mayo de 2008

De banquetazos y discriminación

Después de una semana un poco ajetreada, llena de desvelos, vino europeo, cervezas y una que otra película que marca el comienzo del verano cinemátográfico, llegó el tan ansiado fin de semana.

Resulta que el viernes sería para descansar, sin embargo, una invitación nunca se rechaza, menos si proviene de un familiar tan cercano como una hermana. Así que después de descansar un poco, fuimos por unas elodias al ya acostumbrado "cheladas". 3 caguamas pa empezar, una que otra carcajada y muchos etilizados a nuestro derredor.

De repente, sin avisar, que nos cierran el lugar y nos invitan a salir. - ¿de aquí a dónde?- preguntó Alex. - yo digo que a la chipre- contestó mi hermana. Para los incultos que no la conozcan, la Chipre es una escuela pública en la colonia San Simón Ticumac, de donde es oriundo su servidor.

Pues así fue como nos acomodamos en tan peculiar lugar....todo nuestro. 3 autos, música proveniente de las bocinas de VW de mi hermana y muchas chelas para degustar en la siempre cómoda y nada discriminatoria banqueta. Estuvimos cerca de contemplar el amanecer, pero nos venció el cansancio...así que cada bien para su casa.

Muy bueno el banquetazo!!!

Al otro día, o más bien ese día, debíamos hacer un viaje a Querétaro. El motivo: cumpleaños de Cristian, hijo de mi primo en primer grado. Como era de esperarse, me quedé dormido, llegué por mi hermana y su familia a las 2 pm, cuando había quedado a las 11am. No pude evitar los continuos reclamos, con suficiente razón, ya que el tráfico estaba terrible.

Por fin llegamos! Mucho sol aún, la tan esperada piñata y emiliano (mi sobrino favorito) con su cara de rocky balboa o como un simple mara salvatrucha madreado (causado por un foamy en su nariz y múltiples vasos sanguíos rotos en la zona T).

Lo bueno es que pudimos comer y todos felices en la fiesta. Después de contemplar el anochecer hasta las 8:40 pm (maldito horario de verano, invierno o equinoccio...ya no se sabe), llegamos a casa de mi primo, nos semi-instalamos, fuimos por unos breves tacos...por aquello de la prisa y nos dispusimos a partir hacia juriquilla, a lo que prometía ser una noche de desvelo en el lugar más mamón para los queretanos, queretenses o más fácil, oriundos de querétaro.

Llegamos y ahí empezó la discriminación. No fuimos discriminados por feos (obvio!), nacos (más obvio!) o pobres (afortunadamente no lo notaron). Fuimos discriminados en primer lugar por mi cara de niño de 16 años. - No pueden entrar menores de 25 años - dijo el siempre presente gorila encargado de la seguridad de lugar o mejor dicho... con seguridad era el más gorila del lugar.

El punto es que, además del rollo de la edad, que se resolvió fácilmente con la IFE, también empezó aquel sujeto con que no podía entrar con tenis. Eso ya lo había previsto, así que entré de nuevo al auto y en un ágil movimiento, intercambié mis fieles tenis por unos zapatos de mi cuñado...que por cierto me estuvieron jodiendo el meñique del pie toda la noche.

Ya adentrándonos en el lugar, descubrimos que es como cualquier otro lugar de nuestro siempre cosmopolita Distrito Federal (nombre nada cosmopolita). Sillones tipo lounge y luces robóticas, además de un terriblemente naco expulsor de hielo seco (me recordó las fiestas de quince años con cadetes y la quinceañera envuelta en un vestido horrendo).

Lo único bueno fue que la crème de la crème de Querétaro y sus alrededores se reunían ahí y la hermosa vista hacia un presa...pero sobre todo...el alcohol estaba barato (cómo debe de ser).

La pasamos bien entre risas y tragos, críticas y observaciones varias, entre la chica del bikini azul y autos, moda y rock & roll. Es ahí cuando entendí aquello de los mayores de 25 años...una artimaña mercadotécnica para provocar esa nostalgia de los años maravillosos que desencadene una serie de reacciones en el lóbulo pariental del cerebro de los presentes, que descarga un rush de hormonas que provocan que la ingesta de alcohol aumente a un ritmo estratosférico (en la práctica, sólo sirve pa brindar más con la añoranza del pasado).

Y para cerrar con broche de oro: me encontré a la que va a desbancar a Amandititita...una chica que me llegaba a la mitad del pecho (y no soy nada alto). Al principio la miramos como a una niña perdida por sus ebrios padres, tal vez hija del gorila este, que con el afán de que se sintiera orgullosa, la llevó a ver a trabajar a papi (iluso). Pero no, era una chica de unos 27 años, con un cuerpo que cualquiera pudiese envidiar y con un rostro promedio. Pero pobre mujer...un chico de unos 2 metros la estaba cortejando....ojalá el tamaño de su...no fuera proporcional a su estatura...ahí si aplica el siempre naco y muy mexicano: "namás la puntita porfa".

Salimos sin ningún percance mayor y llegamos a dormir. Así fue un fin de semana de banquetazos y discriminación.

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