viernes, 17 de abril de 2009

De la nueva Roma, de los espejos sin reflejo y el libro que nunca leí.

Después de un rato de no tangibilizar mi raciocinio y sensibilidad, debido al cambio abismal que comenzó con la realidad de una ausencia, hoy puedo relatar todo lo que ha sufrido una metamorfosis en mi existencia.

Comenzaré, no en orden de importancia. Hace escasos 18 días comencé una nueva aventura, de nuevo mudé no sólo mis pertenencias, sino mis recuerdos, mis aspiraciones, nuevos planes, dejando atrás los fantasmas que me asfixiaban por las noches.

Dice el viejo adagio popular que "todos los caminos te llevan a Roma" y por lo menos, yo ya llegué, vía insurgentes norte. El nuevo asentamiento personal se encuentra en la colonia Roma, en la metrobusera calle de Chilpancingo y la céntrica calle de Bajío.

Debo confesar que, a pesar de la estratégica localización del inmueble, la zona deja mucho que deseas, al igual que la estructura exterior, muy deteriorada por cierto. Pero ya adentro, en lo íntimo y en lo personal, ahora sí es muy mío. Nada se compara con acomodar los pocos muebles que tengo como yo kiera o beber directo del envase de jugo Ades.

No puedo ni siquiera explicar cómo se siente prender la tele a todo volumen, andar en chones o sin ellos por la casa, hacer pipí con la puerta abierta y ocupar todo el refri en meter helado, jugos, cervezas, queso, tortillas y unos cuantos limones.

Hay algunos planes para este nuevo hogar, invitaciones amistosas, clásicos, superbowls, NBA, series completas, etc. Es mi mundo, mi espacio, mi total elección.

Pero regresando al punto de la zona "romántica", el lugar sí parece de mala muerte, a unas 2 cuadras de las prostis, a 2 del Dalinde y a unos cms del robo de autopartes. Hace una semana fui despojado, después de las 3am, al regresar de la agencia, de mis 2 espejos retrovisores.

Los últimos días he fortalecido los músculos de mi cuello y he agudizado mis sentidos...no es tan fácil manejar sin un reflejo de los autos que te persiguen por la ciudad. Ahora no sólo tengo que recuperar mis espejos sino que debo pagar una gran cantidad de dinero para guardar mi auto en un estacionamiento por la noche.

Pero estos sabores y sin sabores no serían nada sin un nuevo descubrimiento, una sensación que ya conozco pero no sé de dónde, es como un libro nunca leído pero cuya historia ya estaba escrita en mí.

No sé cómo pasó, no sé de dónde vino, podría decir que fue el destino, que fue la vida, pero eso sería tan pobre, tan cliché que no quisiera contaminar esta experiencia con tan cortos adjetivos. Soy sensible por naturaleza, muchos lo saben pero encontrar a alguien que hasta ahora tiene tantas coincidencias de percepción, de acción, de valoración, de planes de vida, de visión existencialista...me parece demasiado predestinamiento astral.

Y no quiero cuestionar a la vida y sus tan intrincados caminos, prefiero disfrutar al máximo y entender que la vida comienza ahora, que hoy enciendo el incienso de nuestras vidas pasadas, que hoy empiezo a vivir lo que siempre estuvo para nosotros.

Puedo decir que hoy, soy feliz.

1 comentario:

Javier Manzanera dijo...

Concomio, qué malísima suerte lo de tus espejos. Tengo algunos amigos que viven por ahí y siempre dejan sus coches en la calle y hasta ahora no les ha pasado nada (toco madera).
Habrá que conocer este nuevo asentamiento tuyo.
Un abrazo, mano.