Hoy fue el día elegido para hacer un simulacro de incendio, aparentemente. Todos fuimos avisados desde unos días antes para estar preparados, es decir, tuvimos un simulacro del simulacro.
Y como sobre advertencia no hay engaño (dicho popular), a las 10.30 am sonó una alarma que indicaba el inicio de la evacuación masiva. Poco a poco se iban incorporando los cientos de empleados de las diversas empresas que forman parte de esta torre.
- ¿Para qué perdemos tanto tiempo en eso? – se preguntaban algunos, mientras otros se burlaban incluso de la práctica, pero casi ninguno lo tomó con la seriedad que requiere, como si nunca fuera a pasar tal agravante circunstancia.
Así, después de 6 minutos, el edificio fue totalmente evacuado. A mi lado siempre estuvo mi compañera, que aunque se separó algunos momentos para ir a otros brazos, regresó para llegar hasta el final.
Cuando llegamos a una zona segura, nos miramos y en sus ojos pude leer – esto que nos pasa, no es un simulacro -. Mi rostro mutó y por un momento sentí el calor que su rostro emitió al resplandecer.
Eso me hizo pensar que debo tomar muy en serio los simulacros, porque de otra manera hubiera sido incapaz de reconocer esta realidad tan profunda, incomprensible e inmensa.
Ahora sé que los simulacros a su lado terminaron, no más prácticas fallidas, no más caos…sólo dulce y luminosa realidad.
jueves, 28 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)